SANTO ROSARIO - CONTEMPLANDO LOS MISTERIOS GOZOSOS
SANTO
ROSARIO
Misterios
Gozosos
Juan Pablo II:
Los misterios gozosos
se caracterizan por el gozo que produce el acontecimiento de la
encarnación... El don divino con que el Padre se acerca a María para
hacerla Madre de su Hijo alcanza a todo el universo. A su vez, toda la
humanidad está como implicada en el fiat con el que Ella responde
prontamente a la voluntad de Dios... María nos ayuda a comprender el secreto de
la alegría cristiana, que tiene su centro o, mejor dicho, su contenido mismo en
la persona de Cristo, el Verbo hecho carne, único Salvador del mundo.
* “Mirad cómo la Virgen concibe y da a luz
un hijo, y le pone por nombre "Dios-con-nosotros". Lo dicho por Isaías se
cumplió un día en mí (Padre nuestro)
1. El ángel Gabriel me fue enviado a
Nazaret cuando yo no era más que una muchachita, llamada María (Avemaría)
2.
Y me saludó: “¡Alégrate,
la llena de gracia, el Señor está contigo!”.
3.
Ante mi asombro, me dijo
el ángel: “No temas, María, porque vas a concebir un hijo, y le pondrás por
nombre JESUS”
4. Seguía el ángel señalando las glorias de
ese hijo: “Será grande, será llamado Hijo del Altísimo, y su reino no tendrá
fin”.
5. Era claro que me hablaba del Mesías
prometido. ¿Y yo iba a ser su madre? ¿A mí me elegía Dios?... Me asaltó la
duda: ¿Y mi virginidad?...
6. Pero el ángel me tranquilizó: “El Espíritu Santo
vendrá sobre ti, y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra. Porque para
Dios no hay nada imposible”. Serás madre y serás virgen.
7. Entonces yo resolví consciente, decidida, obediente y
humilde: “He aquí la esclava del Señor. Hágase en mí según tu palabra”.
8.
Y en aquel instante, “el Hijo de Dios se hizo hombre” dentro de mi seno, “y
echó su tienda de campaña en medio de nosotros”.
9. Desde ahora, y hasta que lo viera en Belén, yo
dibujaba con mi imaginación todos los rasgos del rostro de Jesús, y era la
mujer más feliz con el niñito que llevaba en mis entrañas.
10. Éste era
también el gozo que el Padre desde el Cielo comunicaba al mundo entero al darle
su Hijo para que todos se salvasen.
* En adelante, Jesús fue el pensamiento
que dominaría mi vida entera. ¡Jesús, sólo Jesús lo iba a llenar todo! Mi
contemplación única sería el rostro de Jesús...
(Gloria al Padre)
* Era ya la madre del Mesías, y un gozo
incontenible estallaba en mi corazón juvenil.
1. Entonces me fui hacia la montaña de
Judea para compartir mi alegría con mi prima Isabel, que, a pesar de ser
avanzada en años, esperaba también un hijo, según me aseguró el ángel.
2. Apenas mi prima oyó mi saludo, fresco y
espontáneo como mi juventud, saltó de júbilo el niño que ella llevaba en su
seno.
3. E Isabel, llena del Espíritu Santo, me
dijo a voz en grito: “¡Bendita tú entre las mujeres, y bendito el fruto de tu
vientre!”.
4. Por luz de lo alto, Isabel conoció mi
maternidad sublime, y siguió diciéndome: “Dichosa tú, que has creído, porque se
cumplirá todo lo que el Señor te ha prometido”.
5. Yo también estallé en alabanzas al
Altísimo: “Proclama mi alma la grandeza del Señor, y mi espíritu se alegra en
Dios mi Salvador, que ha hecho obras grandes en mí”.
6. El Espíritu Santo puso entonces en mis
labios esa profecía que, al cumplirla, llena todavía de gozo a la Iglesia:
“Desde ahora me llamarán dichosa todas las generaciones”.
7. Yo vi realizada la promesa en los pobres de Yahvé, que
ahora se centraban todos en mí: los pobres que esperamos todo de Dios.
8. Por la fe acogí la Palabra de Dios en la
anunciación, y por la fe acogen a Dios con humildad y pobreza de espíritu todos
los creyentes.
9. Empezaba a
manifestarme como la “Imagen de la Iglesia en la peregrinación de la fe”.
10. Y empezaba
también a cumplir mi misión de dar el Jesús que llevaba en mi seno. Jesús, por
medio mío, llena de bendiciones y de gozo a todos los que me acogen, porque les
doy con Jesús la salvación y todos los bienes del Cielo.
* Ayudando a Isabel, me quedé con ella
tres meses, hasta que nació Juan el Bautista, y después me volví a mi casa de
Nazaret.
* Un decreto del emperador de Roma, César
Augusto, nos llevó a José y a mí hasta Belén. De manera tan inesperada, se iba
a cumplir la profecía de que el Cristo nacería en el pueblo de David.
1. En mi estado, el camino de ciento veinte
kilómetros me resultó difícil, y al final del mismo se me cumplieron los días
del alumbramiento.
2. No hubo manera de hallar un albergue
apropiado para aquella hora, y hubimos de alojarnos en una cueva de los
alrededores.
3. A mitad de la noche di a luz
virginalmente a mi Hijo, lo envolví en pañales, y, a falta de cuna, lo recosté
en un pesebre de animales. Nunca el mundo había visto tanta pobreza, humildad y
pureza, juntas con tanto amor, tanto idilio, tanta poesía.
4. Mi gozo y el de José no tenían límites.
Mientras, unos pastores de la comarca quedaron ofuscados con el resplandor del
ángel que se les apareció. Los pobres eran los primeros elegidos.
5. Y oyeron atónitos sus palabras: “¡No
temáis!. Porque os traigo una gran noticia, que será la alegría de todo el
pueblo. ¡Hoy os ha nacido un Salvador,
que es Cristo el Señor!”.
6. En seguida, un ejército de ángeles
cubrió los cielos de Belén mientras iban cantando: “¡Gloria a Dios en el Cielo,
y en la tierra paz a los hombres amados del Señor!”.
7. Los pastores vinieron presurosos a ver
al niño, que estaba recostadito en el pesebre. Todos quedaban embelesados al
contemplar el rostro encantador de un niño Dios.
8. Más tarde, vinieron unos espléndidos
Magos de Oriente, y hallaron al niño conmigo, su Madre. Era claro que mi Jesús
había nacido para todos: ricos y pobres, sabios e ignorantes, judíos y paganos.
Era el Salvador del mundo entero.
9. Dios hecho hombre, que nacía en una
cueva y por cuna no tenía más que un comedero de animales, haría enloquecer de
alegría a todo el mundo.
10. Porque si el niño más humilde ha nacido
en medio de más comodidad que mi Jesús, ¿podía Dios manifestar más cariño a los
pobres y gastar más ternura con todos los hombres?...
*
Yo veía y observaba
cuidadosamente todo, y le daba vueltas continuas en mi corazón.
* José y yo éramos fidelísimos guardadores
de la Ley de Dios. A los ocho días circuncidamos al niño, y a los cuarenta lo
subimos a Jerusalén para presentarlo en el Templo.
1. Éramos pobres, y, no teniendo un
cordero, ofrecimos las dos tórtolas prescritas por la Ley. Nuestra única
riqueza era Jesús, el hijo que entregábamos generosos a Dios.
2. Simeón, un hombre santo, había recibido
de Dios la promesa de que no moriría sin haber visto antes al Cristo de Dios.
Como todos los días, allí estaba aquel fiel israelita, orando al Señor.
3. En los atrios del Templo, reconoció a
Jesús al verlo en mis brazos, lo tomó rebosante de alegría en los suyos, y
bendijo en voz alta al Señor.
4. Sus palabras se mezclaban con las
lágrimas: “Ahora, Señor, según tu palabra, puedes dejar a tu siervo irse en
paz, porque mis ojos han visto a tu Salvador”.
5. Sus ojos, que empezaban a apagarse, se
iluminaron radiantes al decir: “Éste es luz para las naciones y gloria de tu
pueblo Israel”.
6. Pero a mí me dijo grave: “Este niño ha
sido alzado como bandera de contradicción”. Y añadió, dirigiéndome una mirada
escrutadora: “Por causa de este tu hijo, una espada atravesará tu propia alma”.
7. Yo no me asusté cuando me abría los ojos para hacerme
vislumbrar el misterio de mi dolor, y acepté tranquila en mi corazón la
profecía.
8. Hasta ahora, todo en mí había sido gozo.
En adelante, las alegrías con mi hijo Jesús estarían matizadas con la previsión
del dolor de quien se sentía la Asociada al Redentor.
9. La ancianita Ana reconoció también en el
niño al Salvador, y hablaba de él a todos los que aguardaban la redención del
pueblo.
10. José y yo estábamos admirados de todas las cosas que
se decían de nuestro hijo. Pero, humilde y calladamente, dejamos aquel círculo
de admiradores para regresarnos a Belén.
* Después de la estancia en Egipto, nos
establecimos definitivamente en Nazaret, “y el niño crecía y se vigorizaba,
colmado de sabiduría, y permanecía sobre él la complacencia de Dios”.
* Piadosos israelitas como éramos, cada
año subíamos a Jerusalén para la fiesta de la Pascua. Era una peregrinación
alegre y llena de encantos.
1. Doce años tenía Jesús entonces y, al
regresar nosotros, él se quedó solo en Jerusalén sin que lo notáramos José y
yo.
2. Después de una jornada, volvimos a la
ciudad en su busca, con una angustia enorme que duró hasta el día siguiente,
cuando lo encontramos en medio de los doctores, asombrados de las preguntas y
respuestas del vivaz muchachito.
3. José y yo estábamos tan sorprendidos
como los mismos doctores de la sabiduría que derrochaba nuestro hijo.
4. Una vez disuelto el grupo, a mi amorosa
reclamación respondió Jesús con unas palabras misteriosas: “¿No sabíais que yo
debo ocuparme de las cosas de mi Padre?”...
5. Jesús demostraba tener ya conciencia de una filiación
divina muy superior, y declaraba también que las exigencias del Reino de Dios
están sobre todos los lazos humanos.
6. Nos volvimos a Nazaret para seguir
nuestra vida familiar, sencilla, humilde, dedicada al trabajo, pero llena de
amor, de gozo y de paz
7. Mientras avanzaba en edad, era un primor
ver a Jesús crecer en estatura, con un desarrollo armónico y elegante, a la vez
que en sabiduría y en gracia hasta ser la admiración de todos.
8.
Yo estaba orgullosa de mi hijo Jesús, tan obediente, alegre, trabajador
y formal. Nunca un muchacho habrá juntado tanta sumisión con una personalidad
tan vigorosa e independiente.
9. Nuestra vida en Nazaret fue feliz. Aunque conocí el
dolor de la viudez, cuando José murió entre mis brazos y los de Jesús.
10. Mi estupendo
hijo Jesús era mi apoyo más seguro y él constituía todas mis delicias.
* Yo, como siempre, observaba y meditaba en mi corazón
todo lo que veía en Jesús. Contemplaba sin cesar aquel su rostro fascinante,
que era mi embeleso y lo sería después de toda la Iglesia.
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SANTO ROSARIO, NARRADO POR MARÍA. Para meditar, contemplar
los Misterios del Santo Rosario, acompañados de María, nuestra Madre. Este
material llega a tus manos, gracias a Dios y al trabajo realizado por el Padre
Pedro García, Misionero Claretiano. Un libro que nace, antes que en la
Imprenta, en Radio Estrella, en Guatemala. Doña Clara Luz Estrada, hace el
doblaje de María. Este trabajo estuvo bajo la supervisión del venerado Padre
Narciso García Garcés, Q.E.P.D., fundador de la Sociedad Mariológica Española.
“Tú eres el que hizo para el pueblo aquel trabajo tan bonito sobre la Virgen”,
le dijo al Padre Pedro, cuando lo visitó enfermo, poco antes de morir.
Imagenes: http://rosarioperpetuo.com.ar y extraídas de Google
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