SANTO ROSARIO - CONTEMPLANDO LOS MISTERIOS GLORIOSOS
SANTO ROSARIO
Misterios Gloriosos
Juan
Pablo II:
La
contemplación del rostro de Cristo no puede reducirse a su imagen de
crucificado. ¡Él es el Resucitado!... El Rosario ha expresado siempre esta
convicción de fe, invitando al creyente a superar la oscuridad de la Pasión
para fijarse en la gloria de Cristo en su resurrección y ascensión...
Contemplando al Resucitado, el cristiano descubre... el gozo de María, que
experimentó de modo intenso la nueva vida del Hijo glorificado. A esta gloria,
que con la ascensión pone a Cristo a la derecha del Padre, sería elevada Ella
misma con la asunción, anticipando así, por especialísimo privilegio, el
destino reservado a todos los justos con la resurrección de la carne. Al fin,
coronada de gloria, como aparece en el último misterio glorioso, María
resplandece como Reina de los ángeles y los santos, anticipación y culmen de la
condición escatológica de la Iglesia.
Primer Misterio: La Resurrección de Nuestro Señor Jesucristo.
* El
rostro de Jesús no puede reducirse al que mostraba pendiente de la cruz en el
Calvario. Jesús es el Resucitado, el que había dicho: “Me voy, pero volveré, y
vuestra tristeza se convertirá en gozo”. Y así fue aquel día dichoso de la
resurrección (Padre nuestro)
1.
Un ángel deslumbrante echó a rodar la piedra del sepulcro, como la cosa más
inútil, porque Jesús ya no estaba allí (Avemaría)
2.
Los soldados huyeron despavoridos, símbolo de todas las fuerzas del infierno,
derrotadas para siempre por la resurrección de Jesús.
3. A
las mujeres, mis parientes y amigas, les dijo el ángel ante la tumba vacía:
“Buscáis a Jesús, el crucificado. ¡No está aquí! ¡Ha resucitado!”.
4. A
la ardorosa Magdalena se le apareció como si fuera el hortelano, jardinero de
rosas y olivos. Ella no lo soltaba, mientras le besaba enloquecida los pies.
5. A
dos discípulos los iba Jesús acompañando camino a la aldea de Emaús. Y lo
reconocieron, como ahora vosotros, al partir el pan.
6. A
los Once se les presentó aquel mismo día en el cenáculo. “¡La paz sea con
vosotros! ¡No temáis, que soy yo!”.
7.
Pedro le protestó su amor a las orillas del lago durante aquella aparición tan
llena de encantos: “¡Señor, tú sabes que yo te quiero!”.
8.
También yo vi resucitado a Jesús, ¡no faltaba más!, y con más intensidad que
nadie, en la intimidad de madre e hijo. Aquel abrazo inefable suyo me llenó de
un gozo que ya nadie fue capaz de arrebatarme.
9.
Contemplando al Resucitado, el cristiano descubre la raíz de su fe, porque
Jesús dio la resurrección como prueba de su misión divina.
10.
Y mirando el rostro de Jesús resucitado, reaviva también el cristiano la
alegría pascual que anima siempre a la Iglesia, especialmente en la Misa
dominical, celebración perenne de la Resurrección de Jesús.
*
Jesús os sigue diciendo ahora como entonces: “Yo soy la resurrección y la
vida... El que cree en mí no morirá para siempre..., porque yo lo resucitaré en
el último día” (Gloria al Padre)
Segundo Misterio: La Ascensión de Jesús al cielo.
*
Las apariciones de Jesús se iban sucediendo una tras otra durante aquellos
cuarenta días tan felices, en los que Jesús se manifestaba hablando del Reino
de Dios.
1.
Una vez lo pudimos contemplar más de quinientos hermanos juntos, fieles a la
convocatoria que previamente nos hicieron los Apóstoles en nombre de Jesús.
2.
Hasta que llegó el momento de la partida de Jesús. Pero fue algo tan glorioso y
lleno de alegría, que no nos dejó pena alguna.
3.
Aquella mañana espléndida nos sacó Jesús a todo el grupo camino de Betania, y
nos detuvimos en el querido Monte de los Olivos.
4.
Jesús se declaraba SEÑOR, al decir: “Se me ha dado todo el poder en el Cielo y
en la Tierra”, y pudo dar este mandato: “Id por todo el mundo, y haced
discípulos de todas las naciones”.
5.
Aunque se iba a ausentar, nos prometía una presencia indefectible: “Yo estaré
con vosotros hasta el final del mundo”.
6.
Con una mirada y un gesto indescriptibles, nos bendijo a todos. Pero su vista
se fijaba en mí de una manera especial e inefable.
7.
Y, ante nuestros ojos atónitos, fue ascendiendo hacia las alturas, hasta que
una nube nos lo arrebató de la vista. La mirada última de aquel rostro inefable
no la olvidaríamos jamás.
8.
Dos ángeles nos sacaron de nuestro éxtasis: “¿Por qué seguís mirando al cielo?
Este Jesús, que así ha subido al cielo, así volverá un día”.
9. Ante
el triunfo de Jesús, regresamos contentísimos a Jerusalén. Ya no había enemigo
que pudiera nada contra Él.
10.
Jesús había subido al Cielo con sus llagas resplandecientes como el sol, para
presentarlas al Padre en ruego constante por vosotros.
*
Ahora, con Jesús en la Gloria, no busquéis ni gustéis las cosas de abajo, sino
las de arriba, donde os esperan los gozos verdaderos.
Tercer Misterio: La venida del Espíritu Santo.
*
Diez días estuvimos en el cenáculo esperando la gran promesa de Jesús y orando
fervorosamente. Aquella primera comunidad cristiana se sintió espontáneamente
reunida en torno a mí, la Madre de Jesús.
1.
El día de Pentecostés, muy de mañana, un viento huracanado sacudió toda la
casa.
2.
Aparecieron como lenguas de fuego, que se posaron sobre cada uno de nosotros.
3. Y
todos quedamos llenos del Espíritu Santo. Yo, aunque llena de Él desde la
anunciación del ángel, aquel día llegué a una plenitud sin igual.
4.
Nuestras mentes se iluminaron con toda la verdad que nos había enseñado Jesús.
5. Y
nuestros corazones se abrasaron en el amor más ardiente, generoso y decidido al
Maestro.
6.
Lo que antes yo sabía, pero que viví siempre en las sombras de la fe, ahora lo
vi clarísimo: mi Hijo era el Mesías, el Hijo de Dios, ¡Dios!...
7.
Recibido el Espíritu Santo prometido, todos estallamos en alabanzas a Dios,
glorificándolo en muchas lenguas.
8.
Pedro, en nombre de todos, predicó Jesús al pueblo. A esa porción del pueblo
que Dios se había reservado como primicia del Reino.
9. Y
vimos cómo ya aquel primer día se adherían tres mil personas a la Iglesia
naciente.
10.
Lo había dicho Jesús: “Os enviaré otro Consolador, el Espíritu Santo, que os
conducirá a la verdad plena..., y él me glorificará”.
*
Desde entonces el Espíritu Santo guía a la Iglesia hacia Jesús, y le hace
suspirar por contemplar el rostro divino de su Esposo, hacia el que se dirige
en oración incesante: “¡Ven, Señor Jesús!”.
Cuarto Misterio: La Asunción de María en cuerpo y alma al cielo.
* Yo
era la Madre de la Iglesia naciente. Todos me llamaban con cariño “La Madre del
Señor Jesús”.
1.
Encomendada a los cuidados especiales de Juan, me convertí en el centro de los
Apóstoles de Jesús. ¡Cuánto que los quería y me querían! Eran mi orgullo, al
ver cómo hablaban y predicaban de mi Jesús.
2.
En torno a los Doce, yo era su animadora y ellos eran mi alegría mayor. Todos
los creyentes perseveraban unidos con nosotros formando un solo corazón.
3.
Escuchábamos embelesados a los Apóstoles, que nos contaban las cosas de Jesús,
fieles a la doctrina que nos transmitían con autoridad. A los más íntimos les
contaba yo también muchas cosas, de las cuales yo era el único testigo.
4.
La oración comunitaria, en el Templo o en grupos por las casas, era nuestra
gran ocupación, aunque nuestro mayor gozo era la Fracción del Pan. ¡Cuántas
veces recibí a mi Jesús en el banquete del Pan y el Vino, la santa Eucaristía!
5.
Yo viví todos los azares de la Iglesia naciente, de la cual me sentía Madre
verdadera conforme al encargo de Jesús: el martirio de Esteban, la conversión
de Pablo, la muerte de Santiago...
6.
Mi único anhelo era encontrarme definitivamente con mi Hijo, cuyo rostro
glorioso quería contemplar sin dejar ya de verlo jamás...
7.
Hasta que un día dejé tan plácidamente la Tierra que todos llamaron a mi muerte
“la dormición”.
8.
Dios no quiso que la carne de la cual su Hijo tomó carne se corrompiera en el
sepulcro. Y, resucitada, me subió en cuerpo y alma al Cielo.
9.
¡Vierais cómo fui recibida en la Gloria, y con qué orgullo de hijo me
presentaba Jesús ante todos los Ángeles y bienaventurados!
10.
El Padre, el Hijo y el Espíritu Santo, el Dios Trinidad me engolfaba en el seno
de su gloria inmensa y felicidad eterna.
*
Como yo, seréis un día resucitados todos y asumidos en la Gloria. Soy la Madre
de la Iglesia, y a todos mis hijos los quiero glorificados conmigo.
Quinto Misterio: María, Reina y Señora del cielo y tierra.
*
Así como Salomón sentó junto a su trono a su madre Bersabé, a mí me sentó Jesús
junto a Sí en el Cielo para compartir su reinado universal.
1.
La Iglesia se ve en mí como la Mujer del Apocalipsis: “vestida del sol, con la
luna bajo sus pies y una corona de doce estrellas sobre su cabeza”. Porque Dios
me ha hecho la Imagen de la Iglesia.
2.
Los Ángeles me vieron ascender sobre todos ellos, que me aclaman gozosos como
su Reina y Soberana.
3.
Los Santos me cantan más justamente que a Judit: “Tú eres la gloria de
Jerusalén, tú la alegría de Israel, tú el honor de nuestro pueblo”.
4.
En el Cielo estoy como Abogada vuestra, intercediendo siempre, junto con Jesús,
por vuestra salvación.
5.
Jesús depositó en mí todos los tesoros de su gracia, para que yo sea su
dispensadora universal.
6.
Con Jesús, por Jesús y como Jesús, he sido constituida Reina y Señora del Cielo
y de la Tierra.
7.
Porque así como Dios me asoció a la dolorosa acción redentora de Jesús, así
ahora me ha asociado a su reinado glorioso en favor vuestro.
8.
Mi reinado es un reinado de amor. Acercaos a mí, que soy la Madre del Amor
Hermoso. ¡Venid a mí, que soy toda Corazón!
9.
Aquí me tenéis Inmaculada y Asunta, como Imagen esplendente de la Iglesia. Así
seréis todos un día, cuando llegue vuestra glorificación plena.
10.
Acordaos que toda gracia que Dios me ha dado yo la pongo a vuestra disposición.
* ¡Y
dichosos los que venís a mí! Porque yo os llevo a Jesús, el que es y os da la
Vida Eterna.
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SANTO ROSARIO, NARRADO POR MARÍA. Para meditar, contemplar los Misterios del Santo Rosario, acompañados de María, nuestra Madre. Este material llega a tus manos, gracias a Dios y al trabajo realizado por el Padre Pedro García, Misionero Claretiano. Un libro que nace, antes que en la Imprenta, en Radio Estrella, en Guatemala. Doña Clara Luz Estrada, hace el doblaje de María. Este trabajo estuvo bajo la supervisión del venerado Padre Narciso García Garcés, Q.E.P.D., fundador de la Sociedad Mariológica Española. “Tú eres el que hizo para el pueblo aquel trabajo tan bonito sobre la Virgen”, le dijo al Padre Pedro, cuando lo visitó enfermo, poco antes de morir.
Imagenes: http://rosarioperpetuo.com.ar y extraídas de Google